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Fuente de la imagen: mvc archivo propio |
Para dar vida a este néctar, se siguen aplicando las mismas fórmulas que han perdurado durante siglos. Al mosto que cabe en una barrica de Gönc, unos 136 litros, se incorporan tres cestos de 23 kilos cada uno –los "puttony" en la lengua húngara– repletos de esos granos nobles Aszú. Estas bayas se maceran con el mosto, aguardando uno o dos días para que se hinchen y estén listas para el prensado. La fermentación de estos mostos Aszú es un camino lento, que a veces se extiende hasta dos meses. Luego, el vino reposa en barricas de madera, en la quietud de un lagar protegido, esperando que la transformación culmine por sí sola. Es entonces cuando se le añade un toque de Eszencia, ese elixir concentrado recogido gota a gota de las propias bayas Aszú. Con este gesto, se dice, se le devuelve simbólicamente su alma, encarnada en esa esencia primigenia. La leyenda de Tokaj ha crecido a lo largo de sus cuatro siglos de historia, pero fue en 1630 cuando por primera vez se reconoció la grandeza singular del viñedo de Oremus, que hoy goza de un prestigio universal.
Este Aszú 3 Puttonyos de la añada 2017 se presenta como un vino elegante y fresco, con una acidez que le infunde vivacidad y un tacto aterciopelado en boca. Su color amarillo brillante es el preludio de fragancias florales delicadas y notas cítricas que despiertan el paladar. La añada 2017 se benefició de un invierno frío y nevado que protegió las vides, una primavera de temperaturas agradables y sequía que adelantó la brotación, un verano de calor habitual y lluvias bien distribuidas que favorecieron un desarrollo temprano, y un otoño excepcional con una maduración perfecta y un clima ideal para la aparición de la podredumbre noble, con noches frescas, días soleados y escasas precipitaciones. Este vino invita a ser disfrutado ahora, pero atesora un potencial de guarda de unos quince años si se conserva en las condiciones óptimas de temperatura y humedad. Para una experiencia plena, se aconseja servirlo alrededor de los 8 grados centígrados. En cada sorbo, se degusta la paciencia del tiempo, la sabiduría de la tradición y la promesa de una grandeza que perdura.