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La aplicación de esta inteligencia va a ser vasta y previsiblemente transformadora, permitiendo diseñar ofertas de enoturismo mucho más personalizadas y relevantes, creando experiencias memorables que resuenen con los distintos perfiles de enoturistas. Las bodegas pueden optimizar sus estrategias de marketing y comunicación, dirigiéndose a los segmentos adecuados con mensajes específicos y a través de los canales más efectivos. Los destinos enoturísticos, por su parte, pueden identificar oportunidades de desarrollo, mejorar su gestión de flujos de visitantes, invertir en infraestructuras adecuadas y anticiparse a los cambios en la demanda. Además, facilita una gestión más eficiente de los recursos, contribuyendo a la sostenibilidad económica, social y ambiental del territorio. Todo esto se va a lograr mediante la implementación de herramientas y metodologías que van desde el análisis de big data turístico hasta la inteligencia artificial (IA) para predecir tendencias, pasando por sistemas de gestión de relaciones con el cliente (CRM) adaptados al sector. Se trata de una aproximación proactiva, que sustituye la intuición por la evidencia, la reacción por la anticipación. Implica un cambio de mentalidad, donde la recopilación y el análisis continuo de información se integran en el día a día de la gestión, permitiendo una adaptación constante y
una mejora continua. Fuente de la imagen:
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