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En nariz, me encuentro con un abanico aromático, desde los frutos rojos maduros, como la frambuesa y la mora, hasta notas especiadas, como la vainilla y la pimienta negra. El fondo ahumado aporta un toque de complejidad. En boca, me sorprendió por su estructura, estando presentes los taninos de forma integrada, aportando cuerpo y firmeza. La fruta madura se combina con notas especiadas y tostadas, dejando un final largo y persistente. Su volumen y carnosidad lo reconcilian en un vino con cierta expresión[1].
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[1] Parte de este texto también se ha editado en el sitio de Manuel, bajo el título “Ensamblaje serrano”.