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| Fuente de la imagen: mvc archivo propio |
En boca, se presenta con una entrada suave y melosa, donde el intenso dulzor de la uva pasificada se equilibra con una acidez bien integrada, evitando que resulte empalagoso y manteniendo una complejidad que lo hace muy disfrutable. Su textura es untuosa y aterciopelada, dejando un posgusto alargado con ecos de torrefactos y fruta confitada. Esta riqueza de sabores y su estructura lo convierten en un vino postre para ser disfrutado solo, ligeramente refrescado (entre 6 y 8°C), o como un compañero para la sobremesa. Su maridaje ideal es con postres que le hagan frente, como un buen chocolate negro con alto porcentaje de cacao o una tabla de quesos azules de gran intensidad. La bodega Niño de la Salina ha conseguido, con este vino, un producto que honra su legado y a la uva Pedro Ximénez, ofreciendo una experiencia dulce, aromática y memorable, que es un verdadero reflejo del terroir de las sierras del norte malagueño.
