Poco ejerció de rey Enrique I de Castilla, no llegando en tiempo a tres años, según las crónicas, y dado que la regencia o tutela, puesto que era menor de edad, estuvo disputada, se puede decir que su reinado fue como un encefalograma plano: “sin chicha ni limoná”. Te cuento lo anterior porque ayer probé el Ribera del Duero “Enrique I”, tinto crianza, de Cepas de Castilla, que según se desprende de la breve y general investigación previa que he realizado en la Red, pertenece a la familia de conserveros Celorrio, cuya supuesta empresa matriz es “Compre y Compare”. Y es que después de los vinos que envió Paco y que te conté en “El tapado”, “Catando entre líneas” y “El presuntuoso”, seguía teniendo ganas de Ribera del Duero (fuente de la imagen: elaboración propia).
El viernes descubrí en la estantería del centro comercial un “Enrique I” y me dije: “Vamos a ver qué tal”. Mi conclusión fue que va en la línea del rey del que, supongo, toma nombre, es decir: encefalograma plano, “sin chicha ni limoná”, en el sentido de un líquido cargado de alcohol y poco más, sin estructura ni cuerpo ni distinción. La nota de cata que aparece en la contraetiqueta no tiene nada que ver con mis sensaciones en nariz y boca. En resumen, creo que la relación precio-calidad deja mucho que desear. Es un vino que no te recomiendo, por mucho de oferta que esté en el lineal de vinos. Menos mal que no compré el tinto reserva. En fin, con la realeza hemos topado. Así que, jugueteando con las palabras del nombre jurídico de la presunta matriz del Grupo Celorrio: "no lo compres para no tener que comparar".