Por motivos profesionales, este fin de semana he estado en el pueblo, Ronda (Málaga, España). Nuevamente me enfrasqué en una conversación con el socio de uno de los restaurantes donde almorzamos, por el mismo motivo: el precio de los vinos de la zona en la carta de los restaurantes rondeños. O bien me estoy empobreciendo por días, a causa de esta crisis que nos ahoga (algo de cierto hay) o la distribución sigue a su bola, aplicando abusivos diferenciales a los precios de las bodegas, o ambas cosas.
El caso es que no estoy dispuesto a pagar más del trescientos por cien de un producto de origen en el mismo sitio donde se produce, por muy bueno que sea y por muy arraigada que esté en mi ser la política de vender lo nuestro, siempre que sea bueno.Y me planté. Y te confesaré que el cabreo me empujó a elegir un Rioja Crianza muy decente, del que también conocíamos el valor en origen y sobre el que calculé un diferencial aproximado de no más del setenta y cinco por ciento. Y hay unos cuantos kilómetros desde aquí a la Rioja Alavesa.
En fin. En este cambio de época en el que estamos, los bodegueros de mi pueblo deberían hablar con los distribuidores locales y con los restaurantes, para que los precios de los excelentes caldos que producen, sean razonables en la localidad y el pueblo llano lo pueda consumir en función de los tenedores y categorías de cada establecimiento. Al final, tendré que desdecirme de la crítica que hace un año le hice a aquel vitivinicultor, que se quitó a los intermediarios de en medio, asumiendo él la logística de distribución y bajando sustancialmente el precio de sus vinos (imagen incorproada psoteriormente; fuente: pixabay).