Estuve almorzando en la casa de un amigo, en el Cerrado de Calderón (Málaga, España). ¡Cómo ha cambiado el Cerrado, Limonar...! Hacía más de quince años que no paseaba tranquilamente por la zona. Han brotado las construcciones por doquier y la masificación se deja notar. Está pensando en vender la casa y marcharse a un lugar, según él, más tranquilo.
Tuve que atender sumisamente toda su crítica a mi forma de andar por la vida, profesionalmente se entiende: que si tengo que sentar cabeza, que si velar por el futuro económico de mi familia, que si Utopía es para Tomás Moro, que me deje de blog y de chorradas, etc. Gracias, amigo, sé que lo dices sinceramente y en algunas cuestiones hasta puedo coincidir contigo, pero ponme de almorzar porque huele de rechupete y mis jugos gástricos han entrado en ebullición.
Me invitó a una deliciosa carne de cerdo ibérico a la plancha, con una primorosa salsa cuya receta no pude averiguar, aunque sé que llevaba algo de pebrella, hierba aromática de las montañas alicantinas. Todo ello regado con un rioja Muga crianza. Desde hace unos años procuro refugiarme en otros vinos que no sean Rioja y cuando advertí la botella suspiré. Pero tras el primer sorbo, con una delicada armonía de sabores frutales, me animé. La segunda degustación persistió en lo sabroso y en los matices de forma elegante, que hacia subir el bocado de ibérico hasta el séptimo cielo.
El precio no sé por dónde andará (este hombre lo compra por cajas a la bodega), pero no creo que sea excesivo. En fin, que desde este blog me atrevo a sugerir este caldo. A mí me sentó el almuerzo de maravilla, no sé si por el vino, la grata compañía o ambas cosas (y no me olvido del cerdo). Saludos. (Texto, formato link e imágenes actualizados posteriormente. Fuente de la imagen: página web de la bodega).